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Comunidad: Comunidad Valenciana
Convocatoria: Junio de 1997
Modalidad: LOGSE - Humanidades y Ciencias Sociales
Ejercicio: 2º Ejercicio
Asignatura: Historia de la Filosofía
Obligatoriedad: Opcional en la Opción de Humanidades y en otras
Duración: 90 minutos
Baremo: El alumno contará, dentro de la opción que elija, el texto del autor que ha trabajado en clase. Cuestiones; 1ª ... hasta 2,5 puntos; 2ª ... hasta 2,5 puntos. Redacción ... hasta 5 puntos.

Opción primera

I. Texto

Tengo, pues, por cierto que no sólo los gobiernos no se iniciaron con el poder arbitrario, que es tan sólo su corrupción, su término extremo, y que finalmente los lleva a la ley del más fuerte de la que en un principio fueron remedio, sino también que, aun cuando hubieran comenzado de ese modo, siendo aquel poder por naturaleza ilegítimo, no pudo servir de fundamento a los derechos de la sociedad ni, por consiguiente, a la desigualdad de institución.

Sin entrar hoy en las investigaciones que están todavía por hacer en cuanto a la naturaleza del pacto fundamental de todo gobierno, me limito, siguiendo la opinión común, a considerar aquí el establecimiento del cuerpo político como un verdadero contrato entre el pueblo y los jefes que para su propio gobierno elige, contrato en virtud del cual ambas partes se obligan a la observación de las leyes que en el mismo se estipulan y que constituyen los vínculos de su unión. Como quiera que el pueblo, con respecto a las relaciones sociales, ha reunido todas sus voluntades en una sola, todos los artículos sobre los cuales esta voluntad se explica pasan a ser otras tantas leyes fundamentales que obligan a todos los miembros del Estado sin excepción, y una de las cuales regula la elección y el poder de los magistrados encargados de contribuir al mantenimiento de la constitución, sin propasarse a modificarla. Añádensele los honores que hacen respetables las leyes y a sus ministros, y para éstos personalmente, prerrogativas que les compensan de los arduos trabajos que una buena administración cuesta siempre. El magistrado, por su parte se obliga a no emplear el poder que le es confiado más que conforme a la intención de los comitentes, a mantener a cada uno en el pacífico disfrute de lo que le pertenece y preferir en todo momento la utilidad pública a su propio interés.

Antes de que mostrara la experiencia (o permitiera prever el conocimiento del corazón humano) los inevitables abusos de una constitución semejante, debió de parecer tanto mejor cuanto que los encargados de velar por su conservación eran los más interesados en ella; pues como la magistratura y sus derechos no tuvieran otra base que las leyes fundamentales, tan pronto como éstas fueran invalidadas los magistrados dejarían de ser legítimos, el pueblo no estaría ya obligado a obedecerles, y puesto que no habría sido el magistrado, sino la ley la que constituyera la esencia del Estado, todos volverían por derecho al disfrute de su libertad natural.

J.J. Rousseau. Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres.

I. Cuestiones

  1. ¿Cuáles son las diferencias entre "origen" y "fundamento" del poder político?
  2. Describe las características del tipo de pacto que da lugar, según Rousseau, al cuerpo político.

I. Redacción

Legitimidad y poder político

II. Texto

No obstante, de alguna forma se puede considerar esa especie de conocimiento como dada y, si bien la metafísica no es real en cuanto ciencia, sí lo es, al menos, en cuanto disposición natural (metaphysica naturalis). En efecto, la razón humana avanza inconteniblemente hacia esas cuestiones, sin que sea sólo la vanidad de saber mucho quien la mueve a hacerlo. La propia necesidad la impulsa hacia unas preguntas que no pueden ser respondidas ni mediante el uso empírico de la razón ni mediante los principios derivados de tal uso. Por ello ha habido siempre en todos los hombres, así que su razón se extiende hasta la especulación, algún tipo de metafísica, y la seguirá habiendo en todo tiempo. Preguntamos, pues: ¿Cómo es posible la metafísica como disposición natural?, es decir, ¿cómo surgen de la naturaleza de la razón humana universal las preguntas que la razón pura se plantea a sí misma y a las que su propia necesidad impulsa a responder lo mejor que puede?

Pero, teniendo en cuenta que todas las tentativas realizadas hasta la fecha para responder estas preguntas naturales (por ejemplo, si el mundo tiene un comienzo o existe desde toda la eternidad, etc.) siempre han chocado con ineludibles contradicciones, no podemos conformarnos con la simple disposición natural hacia la metafísica, es decir, con la facultad misma de la razón pura, de la que siempre nace alguna metafísica, sea la que sea. Más bien ha de ser posible llegar, gracias a dicha facultad, a la certeza sobre el conocimiento o desconocimiento de los objetos de sus preguntas, o acerca de la capacidad o falta de capacidad de la razón para juzgar sobre ellos. Por consiguiente, ha de ser posible, o bien ampliar la razón pura con confianza o bien ponerle barreras concretas y seguras. Esta última cuestión, que se desprende del problema universal anterior, sería, con razón, la siguiente: ¿Cómo es posible la metafísica como ciencia? En el último término, la crítica de la razón nos conduce, pues, necesariamente a la ciencia.

Por el contrario, el uso dogmático de ésta, sin crítica, desemboca en las afirmaciones gratuitas a las que pueden contraponerse otras igualmente ficticias y, consiguientemente, en el escepticismo.

I. Kant. Crítica de la razón pura

II. Cuestiones

  1. ¿Qué distinciones hace Kant a partir del problema de que la razón humana se plantea preguntas que no puede responder?
  2. ¿Cuáles son los argumentos que llevan a Kant a concluir que "ha de ser posible, o bien ampliar la razón pura con confianza, o bien, ponerle barreras concretas y seguras"?

II. Redacción

La crítica frente al dogmatismo y el escepticismo.


Opción segunda

I. Texto

- Te has vuelto a olvidar, querido amigo -dije-, de que a la ley no le interesa nada que haya en la ciudad una clase que goce de particular felicidad, sino que se esfuerza porque ello le suceda a la ciudad entera, y por eso introduce armonía entre los ciudadanos por medio de la persuasión o de la fuerza, hace que unos hagan a otros partícipes de los beneficios con que cada cual pueda ser útil a la comunidad y ella misma forma en la ciudad hombres de esa clase, pero no para dejarles que cada uno se vuelva hacia donde quiera, sino para usar ella misma de ellos con miras a la unificación del Estado.

- Es verdad -dijo- Me olvidé de ello.

- Pues ahora -dije- observa, ¡Oh Glaucón!, que tampoco vamos a perjudicar a los filósofos que haya entre nosotros, sino a obligarles con palabras razonables, a que se cuiden de los demás y les protejan. Les diremos que es natural que las gentes tales que haya en las demás ciudades no participen de los trabajos de ellas, porque se forman solos, contra la voluntad de sus respectivos gobiernos, y cuando alguien se forma solo y no debe a nadie su crianza, es justo que tampoco se preocupe de reintegrar a nadie el importe de ella. Pero a vosotros os hemos engendrado nosotros, para vosotros mismos y para el resto de la ciudad, en calidad de jefes y reyes, como los de las colmenas, mejor y más completamente educados que aquéllos y más capaces, por tanto, de participar de ambos aspectos. Tenéis, pues, que ir bajando uno tras otro a la vivienda de los demás y acostumbraros a ver en la oscuridad. Una vez acostumbrados, veréis infinitamente mejor que los de allí y conoceréis lo que es cada imagen y de qué lo es, porque habréis visto ya la verdad con respecto a lo bello y a lo justo y a lo bueno. Y así, la ciudad nuestra y vuestra vivirá a la luz del día, y no entre sueños, como viven ahora la mayor parte de ellas por obra de quienes luchan unos con otros por vanas sombras o se disputan el mando como si éste fuera algún gran bien. Mas la verdad es, creo yo, lo siguiente: la ciudad en que estén menos ansiosos por ser gobernantes quienes hayan de serlo, ésa ha de ser forzosamente la que viva mejor y con menos disensiones que ninguna; y la que tenga otra clase de gobernantes, de modo distinto.

- Efectivamente -dijo.

- ¿Crees, pues, que nos desobedecerán los pupilos cuando oigan esto, y que se negarán a compartir por turno los trabajos de la comunidad, viviendo el mucho tiempo restante todos juntos y en el mundo de lo puro?

- Imposible -dijo-. Pues son hombres justos a quienes ordenaremos cosas justas. Pero no hay duda de que cada uno de ellos irá al gobierno como a algo inevitable, al revés que quienes ahora gobiernan en las distintas ciudades.

- Así es, compañero -dije yo-. Si encuentras modo de proporcionar a los que han de mandar una vida mejor que la del gobernante, es posible que llegues a tener una ciudad bien gobernada, pues ésta será la única en que manden los verdaderos ricos, que no lo son en oro, sino en lo que hay que poseer en abundancia para ser feliz: una vida buena y juiciosa.

Platón. La República. Libro VII

I. Cuestiones

  1. ¿Cuál es la función de la "ley" en la ciudad?
  2. ¿Qué relación hay en el texto de Platón entre conocimiento verdadero y política?

I. Redacción

Gobierno de la ciudad y vida buena y juiciosa

II. Texto

Puesto que hemos dicho que se debe elegir el término medio y no el exceso ni el defecto, y que el término medio es lo que dice la recta razón, analicemos esto. En todas las disposiciones morales de que hemos hablado, así como en las demás, hay un blanco mirando al cual pone en tensión o afloja su actividad el que posee la regla justa, y hay un cierto límite de los términos medios que decimos se encuentran entre el exceso y el defecto y son conforme a la recta razón. Esta afirmación es, sin duda, verdadera, pero no es clara, ya que también, tratándose de otras ocupaciones de las que hay ciencia, puede decirse con verdad que no se debe intensificar ni aflojar el esfuerzo más ni menos de lo debido, sino un término medio, y como lo prescribe la regla justa. Pero si sólo se tuviera esto, no se sabría más por ello; por ejemplo, no sabríamos qué clase de remedios debemos aplicar a nuestro cuerpo si alguien nos dijera que los que aconseja la medicina y como lo dice el que la posee. Por eso también, cuando se trata de las disposiciones del alma, no basta con que sea verdad lo que hemos dicho, sino que hay que definir además cuál es la recta razón o regla y cuál su límite.

Al analizar las virtudes del alma dijimos que unas eran propias de carácter y otras del intelecto. Las morales, las hemos estudiado; de las demás vamos a tratar ahora, después de hablar del alma. Dijimos antes que el alma tiene dos partes: la racional y la irracional; ahora hemos de dividir de la misma manera la racional. Demos por sentado que son dos las partes racionales: una, aquella con la cual contemplamos la clase de entes cuyos principios no pueden ser de otra manera, y otra con que contemplamos los que tienen esa posibilidad; porque correspondiéndose con objetos de distinto género, las partes del alma que naturalmente se corresponden con cada uno son también de distinto género, ya que es por cierta semejanza y parentesco con ellos por lo que los pueden conocer. Llamemos a la primera, la científica, y a la segunda, la calculativa, ya que deliberar y calcular son lo mismo, y nadie delibera sobre lo que no puede ser de otra manera. De suerte que la calculativa es una parte de la racional. Hemos de averiguar, por tanto, cuál es la mejor disposición de cada una de estas partes, pues ésa será la virtud de cada una, la virtud será relativa a la otra propia de cada una.

Aristóteles. Ética a Nicómaco

II. Cuestiones

  1. ¿Qué argumentos da Aristóteles para sostener que la virtud consiste en el término medio?
  2. ¿Por qué considera que la virtud es específica a determinadas actividades?

II. Redacción

Verdad, saber práctico y virtud.

Última modificación de esta página: 3 de junio de 2003