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Comunidad: Comunidad Valenciana
Convocatoria: Junio de 2002
Modalidad: LOGSE - Humanidades y Ciencias Sociales
Ejercicio: 2º Ejercicio
Asignatura: Historia de la Filosofía
Obligatoriedad: Obligatoria en la Opción de Humanidades y optativa entre otras
Duración: 90 minutos
Baremo: El alumno comentará, dentro de la opción que elija el texto del autor que ha trabajado en clase.
Cuestiones: 1ª ... hasta 2.5 puntos; 2ª ... hasta 2.5 puntos. Redacción: ... hasta 5 puntos.

Opción primera

I. Texto

No sé si debo hablaros de las primeras meditaciones que hice allí, pues son metafísicas y tan fuera de lo común, que quizá no gusten a todo el mundo. Sin embargo, para que se pueda apreciar si los fundamentos que he tomado son bastante firmes, me veo en cierta manera obligado a decir algo de esas reflexiones. Tiempo ha que había advertido que, en lo tocante a las costumbres, es a veces necesario seguir opiniones que sabemos muy inciertas, como si fueran indudables, y esto se ha dicho ya en la parte anterior; pero deseando yo en esta ocasión ocuparme tan sólo de indagar la verdad, pensé que debía hacer lo contrario y rechazar como absolutamente falso todo aquello en que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de ver si, después de hecho esto, no quedaría en mi creencia algo que fuera enteramente indudable. Así, puesto que los sentidos nos engañan, a las veces, quise suponer que no hay cosa alguna que sea tal y como ellos nos la presentan en la imaginación; y puesto que hay hombres que yerran al razonar, aun acerca de los más simples asuntos de geometría, y cometen paralogismos, juzgué que yo estaba tan expuesto al error como otro cualquiera, y rechacé como falsas todas las razones que anteriormente había tenido por demostrativas; y, en fin, considerando que todos los pensamientos que nos vienen estando despiertos pueden también ocurrírsenos durante el sueño, sin que ninguno entonces sea verdadera, resolví fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños. Pero advertí luego que, queriendo yo pensar, de esa suerte, que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba, fuese alguna cosa; y observando que esta verdad: "yo pienso, luego soy", era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla, juzgué que podía recibirla, sin escrúpulo, como el primer principio de la filosofía que andaba buscando.

Examiné después atentamente lo que yo era, y vendo que podía fingir que no tenía cuerpo alguno y que no había mundo ni lugar alguno en el que yo encontrase, pero que no podía fingir por ellos que no fuese, sino al contrario, por lo mismo que pensaba en dudar de la verdad de las otras cosas, que seguía muy cierta y evidentemente que yo era, mientras que, con sólo dejar de pensar, aunque todo lo demás que había imaginado fuese verdad, no tenía ya razón alguna para creer que yo era, conocí por ellos que yo era una sustancia cuya esencia y naturaleza toda es pensar, y que no el alma por la cual yo soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo y hasta más fácil de conocer que éste, y, aunque el cuerpo no fuese, el alma no dejaría de ser cuanto es.

Después de esto, consideré, en general, lo que se requiere en una proposición para que sea verdadera y cierta, pues ya que acababa de hallar una que sabía que lo era, pensé que debía saber también en qué consiste esa certeza. Y habiendo notado que en la proposición "yo pienso, luego soy" no hay nada que me asegure que digo verdad, sino que veo muy claramente que para pensar es preciso ser, juzgué que podía admitir esta regla general: que las cosas que conbimos muy clara y distintamente son todas verdaderas, y que sólo hay alguna dificultad en notar cuáles son las que concebimos distintamente.

R. Descartes. Discurso del método

I. Cuestiones

  1. Analice el alumno/a el significado que tienen en el texto las nociones de "duda" y "certeza".
  2. Explique el alumno/a las razones que emplea Descartes para afirmar: "esta verdad: <<yo pienso, luego soy>>, era tan firme y segura que las más extravagantes suposiciones de los escépticos no son capaces de conmoverla".

I. Redacción

Método y razón de Descartes.

II. Texto

Es evidente que Adán con toda su ciencia, nunca hubiera sido capaz de demostrar que el curso de la naturaleza ha de continuar siendo uniformemente el mismo, y que el futuro ha de ser conformable al pasado. De lo que es posible nunca puede demostrarse que sea falso; y es posible que el curso de la naturaleza ha de continuar siendo uniformemente el mismo, y que el futuro ha de ser conformable al pasado. De lo que es posible nunca puede demostrarse que sea falso; y es posible que el curso de la naturaleza puede cambiar, puesto que podemos concebir un tal cambio. Más aún, iré más lejos y afirmaré que Adán tampoco podría probar argumento probable alguno, que el futuro haya de ser conformable al pasado. Todos los argumentos probables están montados sobre la suposición de que existe esta conformidad entre el futuro y el pasado, y, por tanto, nunca la pueden probar. Esta conformidad es una cuestión de hecho, y ha de ser probada, nunca admitirá prueba alguna que no parta de la experiencia. Pero nuestra experiencia en el pasado no puede ser prueba de nada par el futuro, sino bajo la suposición de que hay una semejanza entre ellos. En éste, por lo tanto, un punto que no puede admitir prueba en absoluto, y que damos por sentado sin prueba alguna.

Estamos determinados sólo por la costumbre a suponer que el futuro es conformable al pasado. Cuando veo una bola de billar movíendose hacia otra, mi mente es inmediatamente llevada por el hábito al usual efecto, y anticipa mi visión al concebir a la segunda bola en movimiento. No hay nada en estos objetos, abstractamente considerados, e independiente de la experiencia de muchos efectos repetidos de este género, no hay argumento alguno que me determine a suponer que el efecto será conformable a la pasada experiencia. Las fuerzas por las que operan los cuerpos son enteramente desconocidas. Nosotros percibimos sólo sus cualidades sensibles; y ¿qué razón tenemos para pensar que las mismas fuerzas hayan de estar siempre conectadas con las mismas cualidades sensibles?

No es, por lo tanto, la razón la que es la guía de la vida, sino la costumbre. Ella sola determina a la mente, en toda instancia, a suponer que el futuro es conformable al pasado. Por fácil que este paso pueda parecer, la razón nunca sería capaz, ni en toda la eternidad, de llevarlo a cabo.

D.Hume. Un compendio de un tratado de la naturaleza humana

II. Cuestiones

  1. Analice el alumno/a el significado que tienen en el texto las nociones de "cuestión de hecho" y "argumentos probables".
  2. Explique el alumno/a el razonamiento empleado por Hume para concluir: "No es, por lo tanto, la razón la que es la guía de la vida, sino la costumbre".

II. Redacción

Elementos del conocimiento humano según Hume.


Opción segunda

I. Texto

Ahora bien, parece natural que, una vez abandonada la experiencia, no se levante inmediatamente un edificio a base de conocimientos cuya procedencia, no se levante inmediatamente un edificio a base de conocimientos cuya procedencia ignoramos y a cuenta de principios de origen desconocido, sin haberse cerciorado previamente de su fundamentación mediante un análisis cuidadoso. Pero obvio, por tanto, que [más bien] debería suscitarse antes la cuestión relativa a cómo puede el entendimiento adquirir todos esos conocimientos a priori y a cuáles sean la extensión, la legitimidad y el valor de los mismo. De hecho, nada hay más natural, si por natural se entiende lo que se podría razonablemente esperar que sucediera. Pero, si por natural entendemos lo que normalemente ocurre, nada hay más natural ni comprensible que el hecho de que esa investigación haya quedado largo tiempo desantedida. Pues una parte de dichos conocimientos, [como] los de la matemática, gozan de confianza desde hace mucho, y por ello hacen concebir a otros conocimientos halagüeñas perspectivas, aunque éstos otros sean de naturaleza completamente distinta. Además, una vez traspasado el círculo de la experiencia, se tiene la plena seguridad de no ser refutado por ella. Es tan grande la atracción que sentimos por ampliar nuestros conocimientos, que sólo puede parar nuestro avance el tropiezo con una contradicción evidente. Pero tal contradicción puede evitarse por el simple medio de elaborar con cautela las ficciones, que no por ello dejan de serlo. Las matemáticas nos ofrecen un ejemplo brillante de lo lejos que podemos llegar en el conocimiento a priori prescindiendo de la experiencia. Efectivamente, esta disciplina sólo se ocupa de objetos y de conocimientos en la medida en que sean representables en la intuición. Pero tal circunstancia es fácilmente pasada por alto, ya que esa intuición puede ser, a su vez, dada a priori, con lo cual apenas se distingue de un simple concepto puro. Entusiasmada con semejante prueba del poder de la razón, nuestra tendencia a extender el conocimiento no reconoce límite ninguno. La ligera paloma, que siente la resistencia del aire que surca al volar libremente, podría imaginarse que volaría mucho mejor aún en un espacio vacío. De esta misma forma abandonó Platón el mundo de los sentidos, por imponer límites tan estrechos al entendimiento. Platón se atrevió a ir más allá de ellos, volando en el espacio vacío de la razón pura por medio de las alas de ideas. No se dio cuenta de que, con todos sus esfuerzos, no avanzaba nada, ya que no tenía punto de apoyo, por así decirlo, no tenía base donde sostenerse y donde aplicar sus fuerzas para hacer mover el entendimiento.

I. Kant. Crítica de la razón pura

I. Cuestiones

  1. Analice el alumno/a el significado que tienen en el texto las nociones de "a priori" y "concepto puro".
  2. Explique el alumno/a el argumento en virtud de lcual afirma Kant que Platón por medio de las ideas, "no avanzaba nada, ya que no tenía punto de apoyo".

I. Redacción

Problemas que excenden el ámbito del conocimiento científico.

II. Texto

Me hallaba en estas disposiciones de incertidumbre y de duda que Descartes exige para la búsqueda de la verdad. Ese estado no está hecho para durar mucho, es inquietante y penoso, sólo el interés del vicio o la pereza del alma nos dejan en él. Yo no tenía el corazón lo bastante corrompido para complacerme en semejante situación, y no hay nada que conserve mejor el hábito de reflexionar que vivir más satisfecho de uno mismo que de su fortuna.

Metidaba, pues, sobre la triste suerte de los mortales, flotando sobre ese mar de opiniones humanas sin gobernalle, sin brújula, y entregado a sus tormentosas pasiones, sin más guía que un piloto inexperimentado que desconocía la ruta y que no sabe ni de dónde viene ni a dónde va. Me decía: amo la verdad, la busco, y no puedo reconocerla; que me muestren y permaneceré atado a ella: ¿por qué ha de esconderse a la solicitud de un corazón hecho para adorarla?

¿Cómo se puede ser escéptico por sistema y de buena fe? No podría comprenderlo. Esos filósofos, o no existen, o son los más desdichados de los hombres. La duda sobre las cosas que nos importa conocer es un estado demasiado violento para el espíritu humano; no resiste ahí mucho tiempo, se decide, a pesar suyo, de una manera o de otra, y antes prefiere equivocarse que no creer na

Lo que duplicaba mi apuro era que, habiendo nacido en una Iglesia que decide todo, que no permite duda alguna, un solo punto rechazado me hacía rechazar todo lo demás, y que la imposibilidad de admitir tantas decisiones absurdas me separaba también de las que no lo eran. Al decirme: creed todo, se me impedía creer en nada, y ya no sabía dónde detenerme.

Consulté a los filósofos, hojeé sus libros, examiné sus diversas opiniones. Los encontré a todos orgullosos, aseverativos, dogmáticos, incluso en su pretendido escepticismo, sin ignorar nada, sin probar nada, burlándose unos de otros, y este punto común a todos me pareció el único en que todos tienen razón. triunfantes cuando atacan, carecen de vigor al defenderse. Si sopesáis las razones, sólo las tienen para destruirse; si contáis los votos, cada cual queda reducido al suyo; sólo se ponen de acuerdo para discutir. Escucharlos no era el medio de salir de mi incertidumbre.

Pensé que la insuficiencia del espíritu humano es la causa primera de esta prodigiosa diversidad de sentimientos, y el orgullo de la segunda. Nosotros no tenemos las medidas de esta máquina inmensa, no podemos calcular sus relaciones; no conocemos ni las primeras leyes ni la causa final; nos ignoramos a nosotros mismos; no conocemos ni nuestra naturaleza ni nuestro principio activo; apenas sabemos si el hombre es un ser simple o compuesto; misterios impenetrables nos rodean por todas partes; están por encima de la región sensible; para penetrarlos creemos poseer inteligencia, y no poseemos más que imaginación. a través de ese mundo imaginario, cada uno se abre una ruta que cree la buena; nadie puede saber si la suya lleva al final. sin embargo, queremos penetrar todo, conocer todo. Lo único que no sabemos es ignorar lo que no podemos saber. antes preferimos decidirnos al azar y creer lo que no es que confesar que alguno de nosotros pueda ver lo que es. Pequeña parte de un gran todo cuyo límites se nos escapan y que su autor entrega a nuestras locas disputas, somos lo bastante vanos para querer decir lo que es ese todo en sí mismo, y lo que nosotros somos en relación a él.

J. -J. Rousseau, La profesión de fe del vicario saboyano

II. Cuestiones

  1. Analice el alumno/a el significado que da Rousseau en el texto a los conceptos de "duda" y "escepticismo"
  2. Explique el alumno/a las razones por las que "los filósofos" no pueden sacarnos del estado de duda.

II. Redacción

Función de los sentimientos en la teoría rousseauniana del hombre.

Última modificación de esta página: 3 de junio de 2003